Desde la Psicología Perinatal trabajamos acompañando a las parejas en su proceso de construcción de la parentalidad

Desde la Psicología Perinatal trabajamos acompañando a las parejas en su proceso de construcción de la parentalidad

Desde la Psicología Perinatal trabajamos acompañando a las parejas en su proceso de construcción de la parentalidad

Cómo aprendemos a ser padres

A lo largo de nuestras vidas vamos atravesando por una serie de etapas de desarrollo.  Cada una de ellas nos ofrece la oportunidad de afrontar nuevos retos que ponen a prueba los recursos aprendidos durante los períodos anteriores y requieren de la suficiente flexibilidad para poder reorganizarnos según las nuevas demandas, tanto a  nivel físico, psicológico como emocional.   Este esfuerzo de adaptación o crisis puede ser predecible (las llamadas crisis evolutivas) que están relacionadas con el desarrollo de la persona y las crisis imprevistas, que dependen de circunstancias ajenas a la propia persona (guerras, paro, enfermedades, etc).

De todas las crisis evolutivas (constitución de la pareja, nacimiento y crianza de los hijos, hijos en edad escolar, adolescencia, salida de los hijos del hogar, edad madura y ancianidad) las que plantean unas demandas más urgente son las que están relacionadas por el proceso de la parentalidad.  Cada cultura tiene establecidos una serie de mitos y creencias sobre lo que significa ser padres, ideas que se amplifican con los mitos y creencias de la propia familia de origen y con las experiencias personales de cada individuo.  Sin embargo, cuando la pareja finalmente se encuentra inmersa en el proceso de construcción de la parentalidad, descubre que muchas de las creencias, o fantasías que habían anticipado de la experiencia de ser padres no son las esperadas, lo que convierte este período de crisis evolutiva en un foco de malestar.

Idealizar etapas de la vida que están por venir es un ejercicio que entraña ciertos riesgos y que trastorna las experiencias reales, despojándolas de sus verdaderas posibilidades.  Las imágenes que nos ofrece la sociedad y los medios de comunicación sobre la felicidad que comporta el embarazo, el parto y la crianza, pueden confundir y deformar la percepción de las personas que desean iniciar una nueva etapa de su ciclo vital.  Estar embarazada es una experiencia diferente para cada mujer, incluso para cada embarazo.  No es siempre, necesariamente, una experiencia “maravillosa”. Pueden surgir emociones contradictorias, de alegría y de tristeza, de miedo y de confianza, se pueden manifestar conflictos no resueltos de la propia historia, pueden aparecer momentos de dificultad que exigirán tomar decisiones trascendentes, pueden surgir algunas complicaciones en el parto, o no, y el bebé puede ser semejante al esperado o puede presentar algunas características que lo hacen diferente, etc.

La vida que vivimos es compleja y son muchas las experiencias que pueden presentarse, si nos limitamos a juzgarlas como buenas o malas, nos perdemos lo mejor que puede ofrecernos: la capacidad de trascender el momento y desarrollarnos más allá de nuestros límites iniciales.  Pero para ello tenemos que tener una visión realista de la vida,  ya que las imágenes idílicas, al enfrentarse con la realidad terminan por desencadenar confusión, sentimientos de culpa y mucha tristeza.

Ser padres es una de las experiencias más profundamente transformadoras de la vida: cambia el status, los comportamientos, los valores, los intereses y las demandas.   Supone participar en el nacimiento de un nuevo ser, facilitarle las condiciones que harán de él o ella un ser humano con capacidad para amar, aprender y desarrollarse  y, mientras lo hacemos, descubrir nuestro propio potencial. Como cualquier crisis evolutiva, adentrarse en el oficio de ser padres es un ejercicio de humildad y aceptación de lo que hay.  De autoconocimiento porque nos va a enseñar que tenemos limites y que superarlos va a suponer realizar nuevos aprendizajes.

Para poder sacar el máximo partido a esta etapa es importante aprender a descubrirnos como personas, dedicar tiempo para escuchar nuestros sentimientos y compartir con nuestra pareja nuestros anhelos para ir construyendo un nido emocional estable.  No nos sirven las imágenes estereotipadas de otras experiencias ajenas, por agradables que puedan ser.  La nuestra siempre será una experiencia única, personal y las comparaciones sólo servirán para desorientarnos.  En la vida, cada día es nuevo, cuando el bebé llega, necesitamos de toda nuestra energía para ir adaptándonos a los cambios que sus necesidades nos van a proponer.